Esta mañana, en la radio volvían a hablar de un estudio realizado por alguna renombrada universidad, que decía que en realidad la adicción, o uso en exceso (por suavizarlo un poco), al móvil es provocado por nuestra necesidad de relaciones interpersonales. Anhelamos el contacto, transmitir a los demás y sentir afecto, aunque a veces no siempre resulte fácil relacionarnos unos con otros. Y sobre todo si ya nos frena crear nuevas conexiones, ni pensar en cómo mantenerlas.
Pero sin duda, el testimonio de hoy es un maravilloso y muy emotivo ejemplo de cómo gracias a las experiencias de AFS a lo largo de los años podemos ir creando vínculos de cariño con personas desconocidas. Un testimonio que nos muestra el valor de la amistad y del afecto puede crearse gracias a las diferencias culturales. Gracias Montse y a la familias Sans-Fau de Barcelona.
“Han pasado más de quince años desde nuestra primera experiencia como familia con AFS, pero no ha terminado todavía. Al contrario, parece que se multiplica hacia el infinito. Todo empezó en 2003 con la llegada de Gregoire a Barcelona desde Toulouse, Francia. Llegó hecho un manojo de nervios, hablando muy bien castellano y con una idea muy clara de mejorarlo por lo que se adaptó muy rápido a nuestra familia. Pero se desconcertó al darse cuenta de la realidad lingüística del colegio en el que estaba matriculado y al final decidió reincorporarse en su ciudad, donde a su vez estaban conviviendo con una chica colombiana. A pesar de que fueron solamente 4 meses, desde 2013 no ha pasado un año sin vernos. Se ha convertido en el hermano mayor de Daniel.la, nuestra hija. Y a día de hoy es un ciudadano del mundo: ha vivido en China, en países de África, y ahora en Estados Unidos.
A Gregoire le siguió Andry de Malasia, con quien aprendimos sobre el choque cultural y el respeto. Obviamente, Andry y Gregoire pudieron conocerse en un viaje a Toulouse. Andry ha vuelto muchos años después. Cambiado, muy cambiado, con una novia jordana y siendo un abogada en Inglatera.
También fuimos familia de Jane de Estados Unidos cuya primera palabra al conocernos fue “emocionada”. Aceptamos a Jane con su vegetarianismo que dejó a un lado al llegar a Madrid y con ella compartimos muchos viajes, fiestas, enfados y sobre todo, mucho, mucho kétchup. Era una flecha en los estudios y a día de hoy después de acabar la universidad de Estados Unidos gracias a una beca y de realizar un master en Brasil, vive en Alemania donde tiene su trabajo.
Comenzamos un curso nuevo como familia de Belle, procedente de Tailandia, quien hizo un gran esfuerzo de adaptación a nuestra familia. Ya que en aquel momento no apreciaba las cosas que para nosotros eran importantes. Aunque no terminamos la experiencia juntos, tanto Daniel.la como Gregoire (que no se pierde una) viajaron a Tailandia y pasaron dos semanas con Belle.
Volvimos a repetir con Estados Unidos y nos convertimos en familia de Charlet hasta Navidad ya que por circunstancias difíciles en su vida hubo con cambio de familia. Lo que nos pone los pelos de punta es que dos años después nos llegó una carta desde Turquía, donde ella se fue a vivir después, agradeciéndonos todo lo que habíamos hecho por ella a pesar del mal momento, de cómo nos amaba y lo mucho que se acordaba de nosotros. Terminó sus estudios entre Turquía y Seattle. Y ahora la podéis encontrar en las rutas más extremas del mundo, con una sonrisa de punta a punta.
Un par de veces fuimos familia temporal por algún cambio hasta que nos embarcamos de nuevo como familia de Selin, de Turquía, quien estudiaba en un colegio italiano y nos facilitó la comunicación inicial. Se integró tanto que nos pidió terminar bachillerato aquí al curso siguiente y se quedó un año más con nosotros tras arreglar los temas de la estancia.
En esta ocasión, nos unimos a nuestra hija Daniel.la y fuimos a conocer a su familia al Estambul más íntimo. No olvidaremos nunca esa mesa donde se hablaba inglés, turco, castellano sefardí, italiano, y francés.
Las relaciones se seguían multiplicando y Gregoire conoció a Selín. Y Selín, a Jane.
Pero ahora jugábamos a la inversa y le tocó a Daniel.la el turno de marcharse: participó en un programa trimestral con AFS en Bélgica. Disfruó de su experiencia montando en bicicleta (cosa que no había hecho nunca), montando a caballo por las playas del Mar del Norte, aprendiendo a cocinar… hasta que volvió para acabar bachillerato, convertirse en tripulante de cabina, su trabajo desde hace cinco años, hablando catalán, castellano, inglés, francés, italiano, azerí y albanés.
Mientras Daniel.la estaba en Bélgica, fuimos familia de Karen de Alemania. Ambas ya eran de la misma edad por lo que fue una convivencia con tiras y aflojas pero que dejó sus lazos ya que sigue viniendo de visita.
Nosotros miramos atrás y está lleno de vida, culturas, vivencias, sentimientos e hijos e hijas. Nos sentimos tan, tan queridos que cada experiencia se va multiplicando.
Entrar a formar parte de AFS es entrar a formar parte de la historia de generaciones que tienen en común haber abierto sus puertas a jóvenes del mundo con todo lo que conlleva.
Ciudadanos abiertos, generosos, agradecidos. Sin fronteras de idiomas (que se aprenderán con pasión), ni creencias (que se valoran por respeto). Todos ciudadanos del mundo. Un mundo que se hace pequeño.”
Me ha emocionado vuestro relato! En nuestro caso es la tercera acogida. Nunca pensamos que iba a haber mas de una y ya ves… la vida se abre camino.
Creo que somos unos afortunados por poder compartir lo poco o mucho que tenemos y nuestro dia a dia, con otros que lo pueden llegar a apreciar.
Espero que en unos años la bola de nieve de nuestra gran familia crezca como en vuestro caso 🙂
Un fuerye abrazo!
¡Gracias por compartir, Nati! 😍😍 nos alegramos mucho de que vuestra familia, al igual que la de Montse, también siga creciendo por todo el mundo. ¡Un abrazo!